Japón|28 de septiembre de 2022

Un costoso funeral de Estado y un Japón menos belicista: el legado de Abe Shinzo

La ceremonia de despedida despertó tanto el homenaje como el repudio de miles de japoneses. 

Por

David Aguirre

Politica Hoy

Shinzo Abe, primer ministro de Japón entre 2006 y 2007, y de nuevo entre 2012 y 2020, fue asesinado el pasado 8 de julio durante un mitin. Su asesino, un ex militar desempleado, le disparó por la espalda con un arma casera. Las evaluaciones psiquiátricas que terminarán en noviembre determinarán si será juzgado como responsable de sus actos. 

 

Yamagami Tetsuya, que sirvió durante tres años en la Armada japonesa, acusaba a Abe de apoyar a una secta cristiana de origen coreano llamada Iglesia de la Unificación a la cual su madre entregó toda la fortuna familiar. 

 

Según reveló posteriormente la prensa, los vínculos entre el partido gobernante y la secta existen a tal punto que se admitió que la mitad de sus legisladores están relacionados de una manera y otra.

 

Fumio Kishida, el actual primer ministro japonés, prometió terminar con todos estos lazos. Pero el escándalo ya había provocado una serie de renuncias en el gabinete y las revelaciones siguen ocupando lugar en la prensa.

 

Así las cosas, un funeral de 12 millones de dólares a expensas del Estado no hizo más que exaltar los ánimos, darles más visibilidad a las protestas (en las que hasta un hombre se prendió fuego) y promete manchar el legado de Abe.

 

La ceremonia

Cuatro días después del crimen, Abe Shinzo tuvo una ceremonia privada en un templo budista de Tokio, con la asistencia de miles de personas. En ese momento el primer ministro Kishida juzgó necesario organizar una ceremonia masiva abierta al público.

 

La viuda, Akie, llevó las cenizas desde su domicilio hasta el estadio Budokan, un recorrido durante el que fue saludada por miles de japoneses con flores. También una multitud aguardaba en el estadio, donde esperaban 200 representantes de todas partes del mundo: la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, el príncipe heredero japonés Akishino y el primer ministro indio, Narendra Modi, entre otros.

 

En el recorrido con las cenizas, Akie se detuvo durante unos minutos en el ministerio de Defensa, un gesto que fue interpretado como la expresión de las simpatías nacionalistas de su esposo. 

 

En cuanto a las presencias en el funeral, también resultó llamativa la asistencia de Soe Han, embajador de la junta militar que gobierna de facto Birmania desde enero de 2021 y que está bajo la mira por crímenes contra los derechos humanos.

 

Protestas

Además del enorme gasto de dinero en tiempos difíciles para la economía japonesa, los protestas han cuestionado la pertinencia misma del homenaje a quien ya no estaba en funciones. En Japón, este tipo de rituales solo está reservado para miembros de la familia imperial. La excepción más cercana son los funerales de Shigeru Yoshida, quien también había cesado en su cargo antes de morir en 1967. 

 

La protesta ha convocado a miles de japoneses frente al Parlamento y otros sitios públicos, acompañada por legisladores de la oposición y hasta hubo un hombre que se prendió fuego (aunque pudo ser rescatado a tiempo por los bomberos).

 

El récord de años de gestión en los tiempos modernos (2006-2007/2012-2020) no parece convencer a los japoneses. Según una encuesta, solo un 30% estaba a favor, con un 54% decididamente en contra de la ceremonia.

 

Legado

Shinzo Abe procuró despegar a Japón de su tradicional política pacifista post segunda guerra mundial. En este sentido, sus intenciones de formalizar al ejército japonés para participar en conflictos internacionales y proveerse de capacidad balística intercontinental enfrentaron a sus seguidores (mayoría de jóvenes) con los sobrevivientes de la guerra. 

 

Sin embargo, con una China cada vez más involucrada en conflictos regionales y un enemigo insondable e impredecible como Corea del Norte, un pacifismo a ultranza no parece la mejor de las opciones para los japoneses.