Hace unos cuantos años atrás, el entonces Jefe de Gobierno Porteño, Mauricio Macri, popularizo una frase que hasta entonces pertenecía a al mundo de las charlas de café: “El peronismo te acompaña hasta la puerta del cementerio, pero no entra”. El acto del último 25 de mayo fue una muestra empírica de que la frase no ha perdido vigencia.
Durante casi una hora, Cristina Fernández hizo un repaso de los veinte años del Kirchnerismo. Como toda historia, los hechos, personajes e interpretaciones, dependen de quien los cuenta. En un lugar muy destacado estuvo un modelo productivo con el Estado presente como promotor del crecimiento económico, de la mejora en los salarios, la articulación entre el sector público y privado, y el fortalecimiento de la industria.
El dramatismo no fue ajeno a la jornada. Comenzando con la lluvia que cesó minutos antes del discurso y volvió a estar presente, casi sobre el final de la alocución. Las pausas, estratégicamente introducidas por la oradora, oficiaron como catalizador para el pedido de una candidatura presidencial que no se cristalizó.
Al igual que en 2019, la actual vicepresidenta sabe que dispone de un importante caudal político, principalmente en la Provincia de Buenos Aires, pero al mismo tiempo, su piso está muy cercano a su techo electoral. En otras palabras, existe poca predisposición del voto no partidario a apoyar una eventual candidatura suya.
Al mismo tiempo existe una posibilidad de que por primera vez en la historia el peronismo quede tercero en una elección presidencial. Frente a un escenario electoral que promete una segunda vuelta en noviembre, el oficialismo, según algunas encuestas, puede quedar relegado frente al candidato de la Libertad Avanza, Javier Milei. En este sentido, la indefinición sobre su candidatura puede interpretarse como una negación a ser el mariscal de la derrota. El peronismo (o el kirchnerismo) te acompaña hasta la puerta del cementerio, pero no entra.
A pesar del mutismo sobre el futuro electoral, el acto sirvió como brújula hacia cualquiera que se pruebe el traje de precandidato oficialista. Sobre el final de su discurso destacó tres ejes: la industria, el trabajo conjunto entre el Estado y el sector privado, y la renovación del pacto democrático. Este último punto sirvió como ariete para introducir una posible reforma judicial.
La democratización del Poder Judicial es un emblema del kirchnerismo desde 2013 cuando introdujeron fallidamente en el Congreso un pedido de reforma. La derrota legislativa del proyecto puede considerarse como uno de los elementos que alimentaron los sueños opositores de conquistar el poder. Alberto Fernández, tampoco fue ajeno a los intentos infructuosos y deslizó la posibilidad de un juicio político hacia algunos miembros de la Corte Suprema tras un polémico falló contrario a las candidaturas y reelecciones de algunos aliados provinciales. ¿La tercera, será a vencida o se convertirá en un nuevo tropezón que precipite otra caída?
La ausencia del presidente fue doble: física y narrativamente. La no concurrencia de Alberto Fernández en la Plaza de Mayo es un indicador adicional de su aislamiento político (aunque el propio Fernández señala otra cosa). Respecto del relato, el discurso de Cristina Fernández se distanció del gobierno y sus desaciertos como si no formara parte de la coalición gobernante ni tuviese responsabilidad en la elección del presidente como cabeza de fórmula.
El distanciamiento kirchnerista respecto de los malos resultados no es algo novedoso. Allá por 2009, luego de la pelea por las retenciones al campo y la peor elección legislativa del entonces Frente para la Victoria, algunos militantes se diferenciaron de la propia Cristina Fernández y se declararon kirchneristas de Néstor. La victoria apabullante de 2011 dejó atrás el kirchnerismo vergonzante y hubo reconciliación con la hoy vicepresidenta. Alberto Fernández, hoy, es la Cristina de 2009 o el Carlos Menem de 1999. El relato cambia los hechos, pero la esencia es la misma: el kirchnerismo te acompaña a la puerta del cementerio, pero no entra. O quizás, esta vez sí.