Opinión|13 de abril de 2023

La racionalidad política de Horacio Rodríguez Larreta

Por

Alejandro Gunsberg

Docente e investigador

En la segunda mitad del siglo XX el enfoque de la elección racional dotó al análisis político de valiosas herramientas para explicar los comportamientos políticos incluso poder predecirlos en algunas circunstancias.

 

Este enfoque parte de algunas premisas muy sencillas: las personas son racionales en tanto y en cuanto pueden definir objetivos; pensar e implementar estrategias para conseguirlos (establecer una relación entre medios y fines) y la suposición que frente a bienes iguales, los individuos preferirán aquel que les brinde mayor cantidad. En otras palabras, este enfoque se concentra en las motivaciones, incentivos y restricciones propuestas por el ambiente.

 

Bajo está perspectiva, la jugada política realizada por el Jefe de Gobierno porteño no debería escandalizar ni sorprender a nadie. Los políticos, se presume, buscan el poder y una vez en el poder buscarán por todos los medios legales (y a veces no tan legales) mantenerse en ese lugar. Horacio Rodríguez Larreta maximizó sus posibilidades de llegar a la presidencia y las chances de poder sostener ese proyecto político. ¿De qué manera y por qué?

 

El desdoblamiento de las elecciones en la Ciudad de Buenos Aires bajo el régimen de boleta única y su concurrencia con las elecciones nacionales poseen ciertos efectos que favorecen el proyecto larretista. En primer lugar, separar las elecciones en dos niveles elimina parcialmente el denominado “efecto arrastre” de la figura presidencial sobre las otras candidaturas incluidas en la boleta. De esta manera, ninguno de los precandidatos a Jefe de Gobierno podrá beneficiarse en forma directa del ticket presidencial.

 

En segunda instancia, la separación de las elecciones bajo tipos de listas diferentes le permite a Rodríguez Larreta no definirse en forma explícita por ningún candidato a sucederlo al no tener que incluirlo en la misma boleta. Al mismo tiempo, esta medida favorece tangencialmente a la figura de Martín Lousteau quien es el único precandidato con ciertas chances que proviene por fuera del PRO dentro de la interna de Juntos por el Cambio.

 

El gesto en favor de Lousteau tiene dos consecuencias adicionales. Por un lado, le permite al actual Jefe de Gobierno y precandidato a presidente contar con cierto respaldo del radicalismo durante su campaña y eventual presidencia. Este guiño puede interpretarse como una señal de diferenciación respecto de lo sucedido bajo la presidencia de Macri donde el partido fundado por Alem, quedó en un lugar bastante marginal en la gestión de gobierno. Como segunda consecuencia, el incremento en las precandidaturas viables disminuye los votos en favor de Jorge Macri y con ello, la estructura política armada por el larretismo posee más chances de supervivencia .

 

Desde el PRO acusaron a Rodríguez Larreta de anteponer sus proyectos políticos personales al partido. Esta imputación es correcta pero también es racional. En un contexto donde el oficialismo nacional parece tener pocas chances de mantener el poder, Juntos por el Cambio dispone de una gran oportunidad de volver a ser gobierno. El peor escenario sería un ballotage frente a Javier Milei o, tal vez, alguna figura del peronismo. Frente a tan tentadora realidad, es absolutamente racional que quien pueda elegir algunas de las reglas del juego escoja aquellas que maximicen sus posibilidades de ganar. Cabe añadir que la definición de la modalidad de la elección en la Ciudad de Buenos Aires es una atribución del Jefe de Gobierno. Entonces, pudiendo aumentar sus posibilidades de éxito a través de las elecciones concurrentes y con boletas diferencias, ¿Por qué no hacerlo?

 

La maniobra de Horacio Rodríguez Larreta tiene un impacto directo sobre las PASO. En caso de ser el precandidato elegido popularmente dentro de Juntos por el Cambio es posible los cruces internos se reduzcan en favor de conseguir la presidencia. No es racional que un partido político sacrifique las posibilidades de hacerse con el poder y los recursos derivados de este hecho por egos personales heridos o disputas internas. En este sentido, tiene lógica pensar que luego de las primarias todos los precandidatos se aliñen bajo la figura del único candidato presidencial y que negocien espacios de poder frente a un hipotético triunfo.

 

Un comentario aparte merece la suposición de que los votos obtenidos por Patricia Bullrich podrían migrar hacia Javier Milei. Si bien ambos candidatos están ubicados en el espectro derecho del electorado, no son la misma derecha ni representan lo mismo. Mientras que el voto al libertario está atravesado por el desencanto hacia la clase dirigente y aspectos económicos, el voto a la ex ministra de Mauricio Macri se asocia más a los temas de seguridad.

 

 Es probable que la decisión de Horacio Rodríguez Larreta y la reacción de algunas figuras del PRO sean interpretadas como politiquerías y estratagemas lejanas a las demandas de la ciudadanía. Pero también es cierto que para poder ofrecer respuestas a lo que la sociedad requiere, primero hay que ganar la posibilidad de ser el candidato. Esto es, nada más ni nada menos, que ganar la interna.