Opinión|14 de agosto de 2022

La salud pública está en terapia intensiva

Argentina fue pionera en salud pública. Con el tiempo fueron apareciendo hospitales privados, clínicas privadas e instituciones sindicales. Todos de alguna manera fueron diezmando a la salud pública, ya sea fomentando el descreimiento de la atención, sacándole recursos económicos y de personal, o por publicidad en otros casos.

A mi entender, actualmente es necesario realizar un ordenamiento estructural del sistema de salud, en virtud de los nuevos actores, pues por cómo está hoy colapsara en cualquier momento y lo peor es que en muchos lugares del país ya colapsó. Los recursos económicos que provee el estado tanto para salud pública o para entes sindicales u otros que dependen del estado deberían ser ordenados en un mismo sentido, con el objeto de que el sistema sanitario retome el camino que tenía hace años.

 

Cuando los aportes económicos los realiza el estado, los mismos deben estar direccionados para que se usen de la forma más efectiva con el objetivo de tener una salud pública de primera. No puede ser que el estado aporta dinero a instituciones y estas luego compiten con el estado.

 

Asimismo, resulta fundamental jerarquizar la función de los médicos, enfermeras, personal de servicio y de mantenimiento, con el objeto de que la atención médica hospitalaria sea de primer nivel. En el mismo sentido propongo que todo funcionario tanto a nivel nacional, provincial o municipal, cuando requiera atención médica deba usar los servicios hospitalarios estatales, sin privilegio alguno, aunque tenga obra social privada, con el objeto de que entienda y observe las deficiencias en la gestión.

 

Por otro lado, no se puede obviar la cuestión migratoria. A diario nos enteramos y lo viví en carne propia, los costos que tienen hospitales públicos, por ejemplo, Bolivia entre otros, respecto de ciudadanos argentinos. Al parecer a las autoridades políticas poco les importan los problemas que padecen ciudadanos argentinos en otros países, pues no he visto ningún reclamo serio y formal. Por lo que propongo que nos pongamos en igualdad de condiciones. Debemos ser solidarios y siempre lo fuimos, ahora, solidarios es una cosa, tontos es otra. Se debe cobrar un arancel a los inmigrantes equivalente al que nos cobra cada país cuando vamos a su lugar.

 

Profundizando en lo anteriormente expuesto, una buena medida complementaria seria exigir a cada país con más de 300 mil inmigrantes que construya o nos dé el dinero para construir un hospital en compensación por la atención gratuita de sus ciudadanos. Ello no solo debe abarcar los últimos inmigrantes americanos sino también a los inmigrantes europeos que vinieron escapados de la guerra.

 

Desde el punto de vista edilicio, es vergonzoso el estado precario de muchos hospitales públicos y municipales, en un país donde no hay trabajo, por ende, hay mano de obra. En consecuencia se puede implementar un plan integral para reparar la totalidad de los hospitales públicos con ciudadanos que reciben planes sociales por desocupación.

 

No es un problema económico, es un problema de dirigentes políticos que poco les importa la salud de la gente, si total ellos, diría todos, se atienden en obras sociales privadas. Hablan del pueblo, pero les da asco atenderse en hospitales públicos. En consecuencia se puede implementar un plan integral para reparar la totalidad de los hospitales públicos con ciudadanos que reciben planes sociales por desocupación.

 

Pero la salud pública no se arregla solamente con centros de salud. En nuestro país, reyes de los alimentos, tenemos:

 

  • 14 millones de chicos y adolescentes menores de 18 años.
  • 4,2 millones viven en situación de pobreza en los centros urbanos.
  • 1,8 millones viven en situación de indigencia en los centros urbanos.
  • 10 por ciento recién nacidos con bajo peso.
  • 12 por ciento con baja talla moderada y grave en menores de cinco años.

En resumen, hay 6 millones menores de 18 años que son básicamente muertos civiles pues están excluidos de la educación, la salud y no son apto para trabajos dignos, serios y formales. En ese contexto, planteo que entre los ministerios de Salud nacional, el CONICET, universidades y demás entes científicos, deberían crear un menú económico rico en nutrientes, vitaminas, proteínas, etcétera, al alcance de toda la comunidad que lo requiera. Asimismo, este menú deberíamos exportarlo a los países que lo soliciten y así solventar los costos de estudio y producción. Somos los reyes de los alimentos en el mundo y como tal en menos de un año debemos revolucionar el sistema alimentario.

 

Este menú económico al que me refiero puede tener muchas presentaciones, pero entre otras que estudié cómo se pueden hacer tabletas recubiertas con chocolate u otra cobertura que sea apta y rica con el objeto de que los niños, adolescentes y mayores puedan incorporarla diariamente y con ello tener lo necesario para su salud.

 

Sin alimentación se detiene el crecimiento cerebral. Se deberá garantizar que en dos años todo argentino menor de doce años reciba alimentación que lo convierta en un joven civil útil para la educación y lograr un trabajo digno.

 

Finalmente resta la cuestión de los medicamentos. La fabricación por el Estado del 5 por ciento del total de los medicamentos ayudaría en grado sumo a los niños, a la clase trabajadora y a los jubilados entre otros. Hay más de veinte laboratorios estatales que pueden brindar un producto de primer nivel. Debemos acondicionar los mismos, darle jerarquía, no se necesita mucho pues lo más importante que es el capital humano lo tenemos, podemos entre otros producir, vacunas, antirrábicas, antiparasitarios, antibióticos, corticoides, antisépticos, analgésicos, diuréticos, antihipertensivos, antiinflamatorios, anti anémicos, ansiolíticos, insulina, en las presentaciones que normalmente conocemos, comprimidos, líquidos, inyectables, jarabes, etcétera.

 

Se estima que el 35 por ciento de los argentinos no accede a los medicamentos porque no puede pagarlos. Se calcula que un medicamento realizado a nivel estatal no supera con costos de personal, drogas y fabricación el 10 a 15 por ciento del valor comercial de hoy en día. No hablo de competir con la industria privada, pero entiendo con datos reales que el costo de los medicamentos dejó de estar al alcance del trabajador, que queda para el resto que vive de changas. Solamente durante la convertibilidad, década del 90, los medicamentos subieron más del 100 por ciento su valor, cuando la moneda estaba 1 a 1, con estabilidad en los precios.

 

La Organización Mundial de la Salud nos dice que el gasto en medicamentos no debe superar el 10 por ciento del costo en salud. Ahora bien, en Argentina el costo del medicamento supera el 30 por ciento. Debemos en dos años revertir esta situación pues la considero de suma importancia para el bienestar de los argentinos.

 

Debemos terminar con supuestos congresos y viajes que brindan los laboratorios a los médicos siempre y cuando receten sus productos. Este hecho que roza lo delictivo, es para una republiqueta y no para un país serio, que es lo que debemos ser. Está a la vista la actitud de los laboratorios y de los médicos que la ley de Genéricos que ayudaba en grado sumo a la gente humilde se dejó de ejecutar por los actores precitados.