Opinión|11 de junio de 2022

Políticas públicas: la invención de un problema

La cantidad de políticas públicas no hablan de su calidad, y mucho menos de su necesidad. Un análisis de la utilización de las PP para gusto de la casta y no para complacer al ciudadano.

Por

Santiago Novoa

Director de la Escuela de Gobierno del Instituto IDEAS

Las políticas públicas son concebidas como herramientas para la transformación de la sociedad, como (re)generadoras de derechos o simplemente como respuestas ante determinados problemas específicos en un momento histórico dado. Para el Doctor en Ciencia Política y Licenciado en Sociología Tamayo Saenz (1997) se trata de, “el conjunto de objetivos, decisiones y acciones que lleva a cabo un gobierno para solucionar los problemas que, en un momento determinado, los ciudadanos y el propio gobierno consideran prioritarios”

 

De igual manera no nos equivocaríamos al afirmar que a lo largo de nuestra historia muchas políticas públicas fueron (son) ideadas y mantenidas como justificativo para la creación de cargos públicos y la manutención de estructuras políticas. Así resulta notable una de las peores caras de la política vernácula, que ante una necesidad ajena genera una oportunidad para los propios… o inventa un problema para crear una necesidad. Vaya uno a saber.

 

Estas prácticas y abusos son fáciles de identificar aún para el más despistado o ingenuo: nombres pretenciosos, datos poco transparentes, herramientas de planificación inexistentes o inadecuadas, incumplimiento de los objetivos de gestión y resultados (muy) por debajo de lo esperado, grandes estructuras, etc. Así es como por ejemplo tenemos planes para sanear el Riachuelo con la promesa incluida de volver a bañarnos en él, planes para sectores desprotegidos sin contraprestación alguna, planes para colectivos, planes energéticos y planes que se ufanan de estratégicos; planes que se agotan en el plan….

 

Existen infinidad de políticas públicas que aun demostrando su incapacidad en lograr sus objetivos propuestos o su llana inutilidad a lo largo del tiempo, logran mantenerse inmutables a pesar del transcurso de los años desafiando su ciclo vital y, desde una envidiable ignorancia, la máxima de Heráclito de Éfeso.

 

Esta maraña de intereses, contubernios y abusos inevitablemente termina por cuestionar toda política pública, aún las más justas y necesarias. Así ante cada Plan Nacional, Provincial o Municipal terminamos por preguntarnos si es necesario, dónde está el robo o cuánto nos está costando de más a los castigados ciudadanos.

 

He aquí una de las grandes cajas de la política en donde entran amigos y familiares; de alguna manera en una política pública direccionada y carente de control los vividores del arte de lo posible encontraran lugar para cobijar a todo aquel que no lo necesite. Si hasta tenemos Ministerios y Organismos cuya única finalidad es sostener el relato de alguna política que al final del camino a nadie beneficia realmente. Estas resultan todo lo contrario a lo que dicen ser: no integran sino que segregan, quitan derechos o los hacen inalcanzables. De esta manera pierden legitimidad cuando debieran garantizar el cumplimiento de objetivos sociales interviniendo en aquellas problemáticas prioritarias para la sociedad. Es harto sabido que la manta es corta y los recursos escasos, mientras los derechos infinitos y lo negociados millonarios.

 

Toda política pública permite ver al Estado en acción. Como una enfermedad, su sobreabundancia termina por generar más problemas que soluciones.

 

Desconozco si existen, pero dejo acá mi aporte con algunos nombres para futuras políticas públicas que seguramente sean innecesarias pero convenientes para algún político corrupto: Plan Hacer, Plan Ser (porque ser y hacer no son lo mismo, ¿o sí?), Plan Fomentar, Plan Integrar, Plan Prorratear, Plan Nacional para la inclusión del postergado, Plan Nacional para la igualdad, Plan Todos Somos… el espectro resulta infinito y la voracidad por la caja insaciable.